Poesía Carver

Tu perro se muere

Lo atropella una furgoneta.
lo encuentras a la orilla de la carretera
y lo entierras.
te sientes mal.
te sientes mal por ti mismo,
pero te sientes peor por tu hija
porque era su mascota
y lo quería mucho.
solía canturrearle
y lo dejaba dormir en su cama.
escribes un poema sobre ello.
lo titulas un poema para tu hija
y trata del perro al que atropella una furgoneta,
de cómo te ocupaste de él,
lo llevaste al bosque
y lo enterraste hondo, muy hondo,
y el poema sale tan bien
que casi te alegras de que hayan atropellado
al pobre perro, si no, no habrías escrito
nunca ese poema.
entonces te sientas a escribir
un poema sobre la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes oyes
a una mujer gritar
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se para.
dejas pasar un rato y vuelves a escribir.
ella grita de nuevo.
te preguntas cómo va a terminar esto.

Poesía Tonino Guerra

A mariposa

Contento, lo que se dice contento,
he estado muchas veces en la vida
pero más que ninguna cuando
me liberaron en Alemania
que me quedé mirando una mariposa
sin ganas de comérmela.


Mi casa en Pennabilli

Ahora vivo aquí arriba
en una casa de montaña
y paso el tiempo con las hojas secas
y las pongo en fila sobre un escalón;
o voy a tocar esos hilos de agua
que saltan por una grieta entre las piedras
donde las truchas se acurrucan al fresco
y Sivestro las coge con las manos
como hacen los gatos con las mariposas-
También me gusta hacer cuentas
con una aritmética elemental:
dos y dos cuatro seis y seis doce
si compras siete huevos y se te caen tres
al suelo, ¿cuántos te quedan?
O si no, trazo rayas en la arena
del patio, astas una tras otra
para recordar las piernas esbeltas
de otros tiempos y el aire
llno de luciérnagas y la bicicleta
y el tirachinas, las cometas
y allá abajo cada mes de agosto
el mar que estaba tumbado detrás de las montañas de arena
como un animal bueno
bajo las caricias del amo.
Por las tardes me siento a ver el valle
y la montaña al fondo
cn los sembrados que parecen trapos
tendidos al sol y las lindes
rojas de amapolas y puñados de casa
como nidos de golondrinas sobre la tierra
y la gente agachada trabajando
pequeña como polvo y yo sentdo
con todas estas cosas en los ojos
y la memoria que se ha vuelto blanca
y sobre esta sábana de vez en cuando pasa
la voz de mi pobre madre
y el olor de los membrillos
que ella guardaba encima del armario.


La muerte
Yo si pienso en la muerte
me muero de miedo
porque al morir se dejan demasiadas cosas
que después ya no vuelves a ver nunca más:
los amigos, los parientes, los árboles
del paseo que tienen ese olor
y toda la gente que has visto
aunque sea una sola vez.

Yo quisiera morirme en el invierno
mientras llueve
en uno de esos días que se hace de noche pronto
y por la calle los zapatos se te llenan de barro
y la gente se encierra en los cafés
alrededor de la estufa.