El juez sapo- Congo

Cuentan que una vez un cazador fue a cazar con su hijo y atrapó una gacela. Se hizo de noche y como no les daba tiempo a regresar a la aldea, el padre le dijo al chico:
-Pasaremos la noche a la luz de la Luna y como estamos hambrientos, asaremos un trozo de gacela.
El padre comenzó a buscar dos palos con los que hacer fuego, pero no encontró ninguno que le pudiera servir. De repente, a lo lejos, vio que brillaba una intensa luz y le dijo a su hijo:
-Allá al fondo veo una luz. Debe de ser fuego, así que hijo, ve por él.
El hijo se dirigió al lugar que su padre le indicaba pero al acercarse a la luz, vio que no era fuego lo que lucía, sino los ojos de un león.
-¿Qué es lo que buscas?
-Mi padre ha cazado una gacela y si usted quiere, puede comer con nosotros.
-Está bien, te acompañaré
El león siguió al niño hasta donde estaba su padre y al ver la gacela dijo:
-¡Tengo mucho hambre y una gacela no es suficiente para mí!- rugió – Que el niño se coma la gacela, que el padre se coma al niño y yo al final, devoraré al padre.
El padre, que no sabía que hacer, contestó al león:
-Haremos lo que tú mandas, pero antes hemos de oír la opinión de un juez sabio e imparcial.
En ese momento, un sapo pasaba por allí y escuchó lo que se comentaba. Se infló tanto como pudo y gritó:
-¡Yo soy un buen juez!… ¿En qué los puedo ayudar?
El padre le contó todo al sapo, que permanecía escondido, y le suplicó susurrando sin que se percatara el león:
-Ayúdame, por favor, a salvarnos a mi hijo y a mí de este león.
El sapo, que se compadeció, gritó con una voz que daba miedo:
-Ya sé lo que vamos a hacer: El niño se comerá la gacela, el padre al hijo, el león al padre… ¡y yo me comeré al león!.
Fue tan atronadora la voz que salió de garganta, que el león, creyendo que quien hablaba era un animal más grande que él, huyó asustado.
Así fue como el sapo juez salvó al padre y al hijo de las garras del león.