Simón y la piba de los pájaros Joe Show

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– No está – Dijo Don Guillermo – Ayer vino a entrenar y se fue, tenía un viaje con el camión, creo que a Misiones. Pensé que te había avisado piba.

Ella se quedó mirándonos con los ojos grandes, sin pestañear nos miraba, después sonrió,  con esa sonrisa tan leve, como un ángel sonreía, levantó los hombros se dio media vuelta y se fue despacito, caminaba como pidiendo permiso, despacito, la jaulita vacía se balanceaba para atrás y para adelante, despacito.

No le queríamos decir lo que ella ya sabía, pero venía igual. dos o tres veces por semana se paraba en la puerta y otra vez Don Guille – No piba, creo que tuvo un viaje.

Simón era una roca, Casi cuarenta tenía y pesaba unos noventa cuando entrenaba.  se la bancaba y no había quién le aguantara los puños. Era nuestro campeón pesado. Gran tipo, laburador y compañero. Siempre ponía guita para ayudar a Don Guille. Los asados del domingo no se pagaban vendiendo café solamente. Ya saben y para los que no saben, Don Guille de noche era entrenador y de día vendía café con su carrito. Corneta tenía el carrito.

Cuando Simón se enamoró de la piba, mejor dicho se enamoraron, todo fue una fiesta aquí.

Lo veíamos contento y a veces ella venía a los asados del domingo.

Una vez nos acompaño al «Glorias de los Barrios», Un campeonato de veteranos con boxeadores de todas las categorías. El rusito León lo había organizado, «Gimnasio León Presenta».

llevamos cinco boxeadores y toda la hinchada. Yo en ese momento estaba en el rincón de los nuestros. La primera vez que estaba en el rincón asistiendo a Don Guille.

– Dale pibe, Ponele un poco de vaselina en el derecho, dale!

y Don Guille seguía dándo indicaciones a cada uno, como aprendí esa noche…

«Esperá que se venga y trabalo» «dejá que tire, que se canse. «trabajalo en el último minuto».

«Pisalo. pisalo que es zurdo», hacelo calentar que se pierde»

Y a Simón.  «Tenelo a la distancia y undos Simón… undos, como un pistón, dale». «Está tu piba Simón, está tu piba».

-Dale Simón! Gritaba ella. y él, con solo escucharla, creo yo, no sé, cosas de pibe, pero creo que podía tirar a un toro de un piñon.

Ella se llevó el trofeo y lo abrazaba así, con los dos brazos y Simón la abrazaba a ella, parecía querer defenderla hasta del viento.

Eran tiempos felices.

Una noche la piba se sentó en la cama, -Sentiste Simón?

– Qué cosa ?

– Los pájaros Simón, están en el ropero.

-No hay pájaros, descansá piba, descansá.

Ella dejó de dormir, no dormía ni de día ni de noche buscaba los pájaros en los cajones, debajo de la mesa o salía corriendo para el baño pensando que los había escuchado.

Meses sin dormir.

Médicos, Tratamientos, internaciones y otra vez lo mismo.

Simón se fue enfermando también y no fue sólo de tristeza. No.

Él no pudo.

Ya casi no venía al gimnasio y cuando venía entrenaba muy poco y había perdido mucho peso. De una roca de noventa pasó a los ochenta y después a los setenta.

Una tarde guanteando en el ring Don Guille le gritaba:

– Cubrite Simón! Cubrite, pero se dejó golpear y luego bajó los brazos, dobló la cabeza y se puso a llorar, como un nene lloraba.

A los dos meses llamaron por teléfono.

Fue a la entrada de un puente dijeron.

Con el camión había enfilado derecho al pilar del puente, eso dijeron.

La piba de los pájaros seguía viniendo, preguntando y después se iba caminando leve, balanceando la jaulita vacía.

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