EL SÁBADO 1 DE OCTUBRE DE 10 A 13 HS. EN BULNES 892
Te invitamos a conocer a este maestro de la sensibilidad narrativa.
Un taller de tres horas y con mi método de trabajo se llevan un cuento
listo para contar
son talleres abiertos para todos.
Kawabata Yasunari. Primer premio Nobel de Japón.
Abajo, algunas notas sobre el autor y fragmentos de sus libros.
«Entonces oyó la montaña. No era el viento. Con la luna casi llena y la humedad en el aire bochornoso, la hilera de árboles que dibujaba la silueta de la montaña estaba borrosa, inmóvil. (…) Era como el viento lejano, pero con la profundidad de algo que retumbara en el interior de la tierra. Sospechando que podía tratarse de un zumbido en sus oídos, Shingo sacudió la cabeza. En ese instante, el sonido se interrumpió y, de repente, tuvo miedo. Sintió un escalofrío, como un anuncio de que la muerte se aproximaba. Quería preguntarse, con calma y determinación, si había sido el sonido del viento, el rumor del mar o un zumbido dentro de sus oídos. Pero había sido otra cosa, de eso estaba seguro. Había sido la montaña»
EL SONIDO DE LA MONTAÑA.
País de Nieve…
«Al empezar la novela, Shimamura viaja en tren en dirección al País de Nieve, la zona oeste de Japón, quizá el lugar donde cae más nieve del mundo. Vuelve siguiendo el recuerdo de una jovencita, de nombre Komako, que conoció anteriormente en su estancia en una estación termal. La casualidad quiso que la aprendiz de geisha prestara su inexperiencia a los servicios de Shimamura y que en estas circunstancias ambos quedaran impresionados. El País de Nieve, nos es presentado, pues, por la mirada distante de este capitalino que, pese a su decidida introducción a admirar la exhuberancia limpia y el exotismo que ofrece aquel paraje tan distinto a la ciudad, no deja de hacerlo con timidez, simple curiosidad y atento a no adentrarse demasiado, como un turista convencido.
El carácter voyerista de nuestro protagonista queda resaltado en las primeras páginas de la novela en las que observa a través de reflejo de la ventana del tren a otra joven de sorprendente belleza, la perturbadora Yoko, que posteriormente descubriremos como compañera de trabajo de Komako. El autor nos entrega así el trasfondo de su novela, nos revela su exaltación por la belleza de la vida y cultura rural japonesa que es una constante en su obra».
Muchos de los relatos de Yasunari Kawabata se dividen en párrafos aislados. Como en general nunca son demasiado largos se producen blancos sobre el papel. Por lo tanto uno tiende a considerar que cada párrafo consiste en un momento particular de la historia o una nueva escena aislada e independiente, pero esta impresión visual choca con la naturaleza del discurso, cuya reticencia narrativa, junto con su predilección por las situaciones genéricas, o más bien generales, aunque inevitablemente unidas por la escasez de elementos y la parquedad de las acciones, tiende a la concentración. El resultado es un vacío persistente y un enigma, digamos, conceptual»
«Uragami es la representación de Kawabata en El maestro de Go, personaje que desarrolla una filiación circunstancial con el maestro, ambos sufren el vacío de la muerte. Siendo niño, Kawabata pierde su familia, siendo viejo el maestro ve como agoniza su arte y él se convierte en una reliquia: “En esa figura que caminaba abstraída después del juego había una tristeza que era de otro mundo. El Maestro me pareció una reliquia legada por Meiji”.
El final del juego y la derrota del maestro sugieren que la vida de este artista que ha sido “victima de su arte”, queda privada de su vocación por la modernidad y como resultado: “Podría decirse que, finalmente, junto con el juego se apagó la vida del Maestro. No se recuperó, y transcurrido poco más de un año estaba muerto”.
Huérfano desde su niñez, Kawabata se calificaba a sí mismo como “Un niño sin familia y sin hogar”. Hay un punto del relato en el que puedo ingenuamente especular, a Kawabata le confunde ver cómo la cultura japonesa es suplantada y los convierte a él y especialmente al maestro Shusai en huérfanos de la tradición. Un hombre se recupera de la muerte de un familiar, pero debe quedar aturdido al ver como es sepultada su tradición. En estas condiciones la racionalidad es desplazada.»
Las fotos son gentileza de Amaya Arruabarrena.
La narradora es mi compañera Keiko Kuratsu.